CONVERSANDO CON ADOLESCENTES
Los jóvenes
de hoy aman el lujo, tienen manías y desprecian la autoridad. Responden a sus
padres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros.
Sócrates (470-399 A.C.)
Un momento de desconcierto en
las familias es cuando los niños alcanzan la adolescencia. Es cuando aparecen
en ellos importantes cambios que a menudo los adultos no saben manejar. Surgen
comportamientos nuevos, los cuales pueden ser irritantes en la medida en que se
hacen impredecibles o marchan en contra de lo establecido en el hogar. Este
conflicto se agrava debido a un factor del cual pocos se dan cuenta, pero
sucede, y es que la ira sufrida por diferentes causas y en diferentes lugares
tiende a desplazarse hacia el "eslabón débil", o sea, hacia un
"chivo expiatorio", una "oveja negra". Usualmente éstos son
los adolescentes de la casa, y si es uno solo, peor. Por ello las críticas,
reproches e inculpaciones casi siempre son dirigidos hacia ellos. Si algo se
rompió, extravió u olvidó, la inclinación, consciente o inconsciente, de los
adultos es culpar al adolescente. A ello se le agrega que en ocasiones la
comunidad rechaza sus comportamientos, por lo que cierran filas con padres o tutores,
agravando el problema. Finalmente los adolescentes, angustiados por la
incomprensión, se refugian en su grupo de amigos y desprecian la sociedad.
A través de la historia se ha
mantenido la contradicción entre las nuevas y viejas generaciones. Desde la
antigüedad las viejas se quejan de la "deformación" de los jóvenes;
lo cual demuestra que siempre los adultos tratamos de hacer a éstos a nuestra
"imagen y semejanza". Queremos que actúen de acuerdo a nuestra época,
mientras que a menudo olvidamos que nosotros también fuimos adolescentes. Padres
y maestros queremos ver en ellos el arquetipo perfecto, ideal, tal como nos
imaginamos o como nos consideramos a nosotros mismos, pero esto no es más que
una utopía.
Durante años en ejercicio
profesional de la psicología, y el trabajo con adolescentes en diferentes
sentidos, me he ido percatando que muy pocas personas los pueden comprender.
Los problemáticos presentan una conducta más o menos conflictiva, incluso
antisocial o criminal, pero en realidad esto no es más que apariencia. Es como
si se crearan una "coraza" la cual es la presentada a las familias y
a la sociedad, pero debajo se encuentra el verdadero individuo. Detrás de su
conducta anómala yacen características de nobleza que no se manifiestan más que
bajo circunstancias especiales, y esas circunstancias a menudo no se les
facilitan. En la medida en que se agraven las condiciones adversas para ellos,
en función de los antecedentes familiares, esa llamada "coraza"
penetra paulatinamente en su interior. Cuando alcanza su personalidad ya es
tarde.
El trato y educación del
adolescente requiere serenidad, habilidad y comprensión. Una caja fuerte es muy
difícil de abrir y es casi impenetrable si no se tienen los medios para ello,
podemos estar días y meses golpeándola sin lograr abrirla. La mentalidad de
estos jóvenes es similar, es casi imposible que respondan a nosotros si no lo
tratamos de manera correcta. Además, cada caja fuerte tiene su combinación para
ser abierta, y de igual manera son ellos. Tienen que ser tratados con sus
características particulares, la manera en que se aborda a uno de ellos no
tiene que ser exactamente en la que se aborda a otro, si un método nos da
resultado con uno no nos tiene que dar necesariamente resultado con otros.
En resumen, en el trabajo con
el adolescente lo esencial es lograr una sólida relación y comunicación
efectiva, después, todos los propósitos se logran por sí solos.
DOS EN EL SENDERO
El amor es
la fuente de todas las virtudes
El inevitable conflicto de
pareja se debe a la diferencia natural de la unión de dos personas. Por ello se
debe aceptar que necesariamente en algún momento surgirá la discordia entre
ambos. Estas discrepancias pueden ser resolverse o romper definitivamente la
relación. Las discordias simples, o superables al menos, implican mayor unión y
un salto adelante en la pareja, ¿cuántos no habremos nacido de la
reconciliación de pareja?
Si te dispones a unirte en
una pareja aprende que al principio todo es "color de rosa", pero
cuando transcurre el tiempo, surgen y se agudizan los problemas. En ocasiones
se escucha la frase "tienen que conocerse bien para casarse", pero
esto es falso. Nunca se conoce a nadie como pareja hasta que se conviva con
ella, se lleven a cabo relaciones sexuales, y se desenvuelvan bajo el mismo
techo. Es importante además tener presente que las discordias en la pareja son
como un Iceberg, es decir, discordias apasionadas por motivos aparentemente baladíes pero la verdadera cause se esconde.
Lo peor, y es necesario tener
en cuenta, que estos conflictos a menudo son agudizados por la interferencia de
terceras personas; ten presente siempre que:
Entre marido y mujer nadie se
debe meter.
Es más fácil conocer los
secretos del cosmos, el cerebro o el centro de la tierra, que las leyes
particulares que rigen en cada pareja.
Ante acontecimientos de la
pareja, como matrimonio, divorcio, problemas con hijos o conflictos de
cualquier índole, muchos de los que le rodean, de manera insensata vierten
opiniones, orientan y ordenan sin saber lo que realmente ocurre. Nunca podrán
saberlo, incluso "en el fondo" la misma pareja no lo sabe.
Las opiniones de terceros en
torno a la pareja, sin ser solicitadas o razonadas, son generalmente reflejo de
la propia situación de quien opina. Ponen de manifiesto, de modo consciente o
inconsciente, lo que hubieran deseado para ellos, como quisieran haber actuado,
expresan de ese modo sus carencias, fracasos, errores, temores, odios.
En realidad se observan casos
donde la pareja pasa años agrediéndose violentamente, y quienes le rodean
comentan "ella no aguanta un minuto más con él", pero por el
contrario, llegan juntos a la vejez. Se observan también casos de la
"pareja perfecta", donde todo es al estilo de novela, se quieren
mucho y perdurarán para toda la vida, pero de repente todo se derrumba como un
“castillo de naipes” ante la atónita mirada de los demás. Peor aún es cuando se
trata de mantener a toda costa la supuesta unión por el "qué dirán",
cuando en realidad se ha desmoronado el deseo de estar "al lado del
otro". La pareja férreamente mantenida, cuando el antagonismo en la
relación pide a gritos el rompimiento, solo implica repugnancia, odio y
desprecio.
Por todo eso y por mucho mas,
hay que tener presente siempre en la relación de pareja La formula de la
felicidad:
C+C+C+C+C+C+C= FELICIDAD
Comunicación: Conversar de
todos los asuntos.
Comprensión: Situarse dentro
de los "zapatos" de la pareja.
Condescendencia: Ceder ambos.
Compenetración: Uno dentro
del otro.
Cooperación: El amor es dar,
no recibir.
Cordialidad: Pequeñas
atenciones y regalos
Comunión: Unir ambas vidas.
SILENCIO EN LA DISCORDIA FAMILIAR
Las personas hablando se
entienden
¡Que amargas son las discordias en la familia! Son
tan estresantes que nos angustian, hieren,
irritan, preocupan. A menudo tenemos desavenencias de mayor o menor intensidad
con los demás, sean amigos, vecinos, pareja o compañeros de trabajo. Es natural
que sea así ya que todos somos diferentes. Nos animan distintas motivaciones,
sentimientos y formas de pensar, por lo que es frecuente la divergencia de
intereses entre personas relacionadas entre si. Pero en la familia, debido a la
confianza y cercanía entre sus miembros, estas desavenencias son peores.
Algunas discordias familiares son claras y definidas, llegándose en ocasiones
a la violencia domestica. Sin embargo, otras tienen lugar de manera callada,
imperceptible para los que rodean a la familia. Son aquellas donde tememos “decirle las verdades” a hijos, padres, abuelos o nietos por no perder
su afecto o cercanía. Sin darnos
cuenta, ese estrés, que “gotea” poco a poco nos mantiene en una angustia que nos “corroe por dentro”, deteriorando irremisible y
progresivamente nuestra salud. Hay cosas en la vida que son muy idílicas pero impracticables. No se puede
quedar bien con todos, no es posible. No se puede callar y ceder constantemente
ante las exigencias y ofensas de los demás en aras de mantener una coexistencia
apacible. Eso nos hace esclavos de las circunstancias, y no podemos respetar a
otros si no nos respetamos primero nosotros mismos.
Reflexionen sobre la siguiente situación: Una mujer
convive con su esposo en la casa de la suegra. Al terminar el día de intenso
trabajo esta mujer, hambrienta y cansada, llega primero al hogar y se sienta a
comer. Al terminar intenta recoger los platos para fregarlos, pero se siente
tan agotada que decide entonces recostarse un rato. Sin embargo, se queda
dormida. En unos minutos llega la suegra, y ¿qué se encuentra?: los platos y la
mesa sucia, y la nuera durmiendo. De inmediato piensa “esta muchacha ha dejado
la limpieza para que yo la haga, lo ensucio todo y después se acostó para que
yo sea la que me ocupe”. Si en ese momento, o después de su despertar, le pide
cordialmente explicaciones a la nuera llegaría a conocer la verdad, y en todo
caso viera el hecho como un mal entendido. Pero no actuó así, sino que se dijo
a si misma “déjame no decirle nada porque es la mujer de mi hijo y no quiero problemas”.
Equivocadamente cree que el problema se solucionó, pero en realidad es el
momento cuando comenzó.
Como las situaciones irritantes, y sentimientos en
general, no se pueden disolver ni cambiar a voluntad como se enciende o apaga
un interruptor de la luz, lo que esta suegra sintió, pasa en su mente a un
plano inconsciente, es decir el hecho se “esconde”, y aparentemente se olvida
el asunto. Pero sin darse cuenta comienza a tratar a su nuera de manera
diferente, conversa menos y no manifiesta palabras afectuosas hacia ella, se
predispone de manera que ante cualquier nimiedad le contesta mal, y no la mira
o la mira en forma desagradable. En otras palabras, lo que no se manifestó con
franqueza se “escapa” después, e involuntariamente, a través de la conducta. Al
mismo tiempo la nuera, ajena a la causa del cambio de conducta de su suegra,
comienza a sentir rechazo hacia ella, pero piensa “déjame no decir nada porque
es la madre de mi marido y no quiero problemas con ella”. A partir de estos
hechos continua un circulo vicioso entre ambas, cada acto arrastra la familia
en una espiral descendente y disgregadora que mina la concordia y armonía; todo
por no hablar claramente y a tiempo.
La unión familiar no empieza por soportar
en silencio conductas insatisfactorias, sino por expresar libremente los
sentimientos, reclamar el derecho a ser “yo mismo” y no como me imponen otros, y no necesariamente hay que
llegar a la discordia acalorada para eso.
VOLVER A EMPEZAR
Vale más fracasar por intentar el triunfo que dejar de triunfar por temor al fracaso
Dale Carnegie
Apenas rebasar mi infancia leí unas palabras que marcaron mi vida, y
las he guardado por largos años; son las siguientes:
Aunque sientas cansancio
Aunque el tiempo te abandone
Aunque un error te lastime
Aunque un negocio se quiebre
Aunque una traición te hiera
Aunque una ilusión se apague
Aunque el dolor queme tus ojos
Aunque ignoren tus esfuerzos
Aunque la ingratitud sea la paga
Aunque la incomprensión corte tu risa
Aunque todo parezca nada…
Vuelve a empezar
¨Volver a empezar¨ no es fácil, es difícil, siempre difícil, pero
quedarte con la espina de lo que pudo haber sido y no fue, o lo que fue y pudo no haber sido, es peor. Al menos te trae la
satisfacción de que en última instancia hiciste lo posible. Ante la vida hay
solo dos alternativas: luchas contra el fracaso y vuelves a empezar, o te
quedas "cruzado de brazos" y huyes de la realidad. Si la evades
vivirás siempre con la angustia de lo que dejaste de hacer. Además, es algo
matemático, si eres obstinado y te lanzas a lograr la meta una y otra vez, la
lograrás finalmente.
Lo principal en Volver a empezar es querer hacerlo, ese es el primer
paso, y a partir de ese punto de convencimiento se desprenden tres etapas
generales:
Desprenderte del lastre innecesario
Reflexión sobre como actuar
Decisión a actuar
Plan de acción
Volver a empezar supone hacer un ¨acomodo de carga¨ con el pasado. No
se puede seguir adelante exitosamente si no se asume una actitud correcta hacia
este. El pesimista, siendo consecuente consigo mismo, convierte el recuerdo
placentero en nueva adversidad, la felicidad la convierte en sufrimiento. Su
amargura radica en que “fue feliz antes y ya no lo es”. ¡Qué error! Su actitud
debe ser
--Si, fui feliz en aquel tiempo, y aquellos momentos pasaron y no
regresan, es cierto, pero lo que debo hacer es rehacer, no aquellos, sino otros
de mayor felicidad--.
Se puede, en la mayoría de los casos, rehacer nuevos y mejores
momentos; si hay disposición para eso.
El momento, forma y dirección para volver a empezar solo tú puedes
definirlo. Para eso debes visualizar y reflexionar reiteradamente las
alternativas para comenzar de nuevo. Deliberar, y finalmente decidirte. No
tiene que ser precisamente el mismo camino, ¡no! Puede ser otro, uno nuevo que
borre el sentimiento de frustración y traiga mayores beneficios.
Tan solo la decisión de volver a empezar se siente como solución,
sobreviniendo de inmediato alguna serenidad. No importa que sea muy tarde,
porque el camino frustrado se puede sustituir por otro tan satisfactorio y
beneficioso como el que se cerró. Solo debes tener la flexibilidad mental para
tomar una nueva ruta, no aferrarte y quedarte empantanado a lo pasado.
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